Es en 1989 cuando Nissan lanza la octava generación del Nissan GT-R, un vehículo que catapultaría al modelo a la era moderna de los automóviles. Los buenos resultados en carreras de turismos de Australia y las carreras de resistencia en Japón fueron el aliciente que necesitaba el fabricante para revivir la alineación GT-R. Ese mismo año llega el R32, que reemplazaba al GTS-R, pero Nissan no estaba dispuesto a entrar en competición con un coche que no fuera 100% un ganador.
Con esta premisa se planearon 5.000 unidades iniciales para cumplir con las exigencias de la normativa de homologación de carreras. Tras la gestión de todo el proyecto se situó Nissan, quien dio las instrucciones necesarias a sus ingenieros para que construyeran un vehículo ganador. El motor elegido fue heredado del R31, por lo tanto tenían un bloque de seis cilindros y 2.350 cc que desarrollaba 313 CV gracias a la turboalimentación.


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